Las monjitas de El Pardo: Sor Sagrario, la sacristana del convento
Manolo Martínez Turégano de nuevo ha elegido ElPardo.net para ser el altavoz de sus memorias. Esta vez, de aquellas en las que las Concepcionistas Franciscanas son protagonistas. Durante varias semanas, recordaremos con él a muchas de las que, durante 160 años, convivieron con los pardeños. Sor Filomena, Sor Carmen, Sor Dolores, Sor Presentación, Sor Margarita, Sor Beatriz, Sor María, Sor Asunción, Sor María Antonia, Sor Encarnación, Sor Corpus, Sor María Jesús, Sor Milagros, Sor Magdalena… ¡Gracias Manolo!
SOR SAGRARIO (CORPUS), LA SACRISTANA DEL CONVENTO
Sor Sagrario nació en Igea (La Rioja) el 23 de abril de 1929. Fue hija del matrimonio formado por don José González y doña Constantina Bermejo.
Ingresó como religiosa en el Convento de las Madres Concepcionistas Franciscanas de El Pardo en los años 60. Más adelante, pasó a formar parte de la comunidad de Illescas (Toledo), de la misma orden, ya que allí había muy pocas hermanas y necesitaban refuerzos para poder continuar con su labor.
Alrededor de 1969, se vio en la necesidad de salir del convento para atender a sus padres, ya mayores. Su madre se encontraba muy delicada de salud. Tras el fallecimiento de sus progenitores, regresó al convento de El Pardo, donde desempeñó, con gran dedicación y esmero, el oficio de sacristana, procurando tener todo dispuesto para el Señor.
Fue la monja que más vimos por El Pardo y que muchos de vosotros recordaréis con cariño. En sus últimos años, su salud se vio muy deteriorada y necesitó del cuidado y la ayuda de sus hermanas, quienes la atendieron con todo el amor que les caracterizaba, hasta su fallecimiento el 28 de enero de 2015, a los 86 años. Sus restos descansan en la paz del Señor en el convento de la Casa Madre de Toledo.
Siempre te recordaremos, Sor Sagrario, por todo lo que fuiste e hiciste por todos nosotros. Un abrazo al cielo, que es donde tú estás.
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SOR MAGDALENA, LA ÚLTIMA MADRE SUPERIORA DEL CONVENTO
Sor Magdalena nació el 19 de febrero de 1956 en Valdevimbre (León). Era la segunda hija de un matrimonio sencillo y humilde, formado por Eladio Arenal y Magdalena García, y tenía tres hermanas y un hermano.
Ingresó en el Convento de Madres Concepcionistas Franciscanas de El Pardo en 1970, con tan solo 14 años. Conservó su nombre de pila y tomó el santo hábito el 1 de octubre de 1971. Su primera profesión (profesión simple) fue el 18 de abril de 1974, y la profesión solemne tuvo lugar el 19 de marzo de 1977.
La fotografía de debajo corresponde al día de su primera profesión. Sor Magdalena está en el centro, acompañada por siete hermanas.
En el convento siempre mostró una gran disposición para todo tipo de trabajos. “Era una gran compañera”, me contaba Sor Milagros. Fue cocinera, entre otros oficios, pero su labor principal fue el cuidado de los niños de la guardería, servicio que prestó desde 1983 hasta el cierre de esta, en el curso 2013-2014.
Recuerdo un día en el convento en el que, desde el pequeño patio, le comenté a Sor Milagros que se oían las voces de los niños de la guardería. Ella me preguntó si quería ver a Sor Magdalena. Fuimos y la encontramos en el suelo, rodeada de niños. “Mira cómo se lo pasa, es como otro niño más”, decía Sor Milagros con cariño.
Con el tiempo, la comunidad fue disminuyendo. Sor Encarna falleció el 20 de agosto de 2014. Por entonces, Sor Sagrario (Corpus) estaba bastante enferma; también Sor Milagros y Sor Inmaculada se encontraban delicadas de salud. Solo quedaban Sor María Jesús y Sor Magdalena. Al fallecer Sor Sagrario, el 28 de enero de 2015, se inició el proceso de cierre del convento por falta de vocaciones. Sor Magdalena fue la última madre superiora del monasterio, cargo que ocupó desde 2012.

Cuando la comunidad cerró sus puertas, el 31 de octubre de 2020, Sor Magdalena fue trasladada al convento de la Casa Madre en Toledo. Ese día la acompañaron Alberto López Anubla; su esposa, Pilar; y sus dos hijos, Manuel y Paula. Qué grandes recuerdos debió llevarse al cruzar esa puerta tan grande como ella, tras dejar lo que fue su casa durante 50 años. Durante el viaje, fue ella quien les dio ánimos a todos, con esa serenidad y fortaleza tan propias de las monjas. El viaje tuvo que ser duro para todos, aunque más aún lo sería el regreso, dejando atrás a una monja tan dulce y cariñosa como Sor Magdalena.
Siempre te recordaremos con cariño y gratitud por todo lo que hiciste por nosotros y por lo que sigues haciendo en tu nuevo convento. Un abrazo muy grande de todos los pardeños y de quienes siempre te llevaremos en el corazón, Sor Magdalena.
**Pinchando aquí podéis ver y escuchar a Sor Magdalena durante el acto de despedida que le hicieron a ella y a Sor María Jesús los vecinos de El Pardo en noviembre de 2015.

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SOR VISITACIÓN Y SOR OLVIDO, LAS MONJAS DE LA COCINA Y LA HUERTA
Sor Visitación nació en Badajoz y Sor Olvido, en Asturias. La primera vino al Convento de Madres Concepcionistas de El Pardo en los años 50 y la segunda, en el año 1940.
Sor Visitación fue maestra de los niños, junto a Sor Asunción, pero pronto dejó este quehacer para ocuparse de la cocina. En el convento fue cocinera y era la encargada de los alimentos. En sus ratos libres, bordaba. Era muy trabajadora y siempre estaba ocupada.
Sor Olvido fue la primera monja con este nombre. Casi 40 años después de que ella llegara, en 1978, Sor Rosario se lo cambió por este. Siempre estuvo en la huerta y era la que se encargaba de las dos vacas que tenían, hasta finales de los años 50 que las retiraron.
Siempre os recordaremos.
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SOR ANA MARÍA y SOR BEATRIZ, LAS MONJAS BORDADORAS
Sor Ana María nació en Manzanares, provincia de Ciudad Real, y Sor Beatriz, en Toledo. Ambas vinieron al Convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en el año 1940.
Las dos bordaban a máquina y, según decían sus compañeras, a Sor Beatriz se le daba muy bien. Ella fue maestra de las mayores y también daba clases de mecanografía. Por su parte, Sor Ana María estuvo muchos años de tornera. ¡Quién no recuerda esa vocecita tan agradable!
Siempre os recordaremos.
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SOR MILAGROS, LA MONJA MODERNA
Nació en Carballo (A Coruña) en 1935. Vino al Convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en 1954, con 19 años.
La conocí en 1962, una de las veces que fui con mi padre a coger hierba de los caminos de la huerta. Sor Milagros y mi padre solían segarla, ella con un estilo único e inigualable. Tanta fue mi impresión al verla segar, que para mí se convirtió en una de las mejores de todo El Pardo.
Era una monja sencilla y muy moderna para aquellos años. Hubo un tiempo que estuvo de cocinera junto con Sor Inmaculada y Sor Magdalena, rotando semanalmente.
Un día de 1965, cuando iba de camino a la huerta con mi padre, apareció Sor Dolores (madre superiora) junto con Sor Milagros con una guitarra que le había regalado el maestro don Feo. A Sor Milagros se la veía muy contenta, todo lo contrario que a Sor Dolores. Se acercó, con guitarra en mano, y me dijo si podía enseñarla a tocar. “No veo a una monja tocando la guitarra”, comentó la madre superiora mientras mi padre se reía. Le dije que yo tocaba en la rondalla, que solíamos tocar villancicos en la misa del gallo en la iglesia. Pese a mi intento de convencerla, ella negaba con la cabeza, al mismo tiempo que Sor Milagros sonreía tímidamente. No obstante, accedí a enseñarla. Comenzamos por lo más básico, rasgando todas las cuerdas de arriba a abajo. A los pocos días, me comentó que le dolían los dedos, pero que prefería no decir nada.
Los últimos años, los dedicó a cuidar a sus compañeras enfermas, dándolas todo el cariño que ella tenía, me comentaba Sor Asunción. Al fallecer esta última, Sor Milagros obtuvo el rango de madre superiora.
Cuando terminaban las visitas de Estado en el Palacio de El Pardo, yo solía llevar los alimentos sobrantes al convento. En el salón del torno me esperaba siempre, manteniendo la sonrisa que siempre la caracterizó y disimulando sus dolores, y es que, físicamente con más de 80 años, ya no era la misma de antes. “Manolo, no puedo ayudarte, no puedo coger peso”, lamentaba Sor Milagros. Por ello, yo era el que llevaba todo a un pequeño patio interior, mientras ella cerraba la puerta tras de sí.
Estuvo en El Pardo hasta mayo de 2015. Francisco Fernández y su amigo Javier (marido de Mili, encargada de sastrería del Palacio Real de Madrid) la llevaron a Villafranca del Bierzo (León), a su nuevo convento. Fue un día muy triste para ella; dejar lo que fue su casa durante tantos años. También lo fue para estos dos hombres, ya que tenían muy buena relación con esta gran monja, tan dulce y cariñosa. El 27 de agosto de 2021 falleció a los 86 años.
Tengo una medalla de recuerdo que ella me dio. “Para que te cuide”, me dijo al entregármela. Siempre te recordaremos Sor Milagros, por lo que fuiste e hiciste por todos. Un beso al cielo que es donde tú estás.
****La muñeca de la fotografía fue un regalo de las monjitas a la nieta de mi tía Carmen Martínez Cancela, Esther, cuando era un bebé (en 1979). Ella siempre decía que se parecía a Sor Milagros. Se la regalaron un día que la llevó al convento, junto a mi prima Paqui, a presentarla. Las monjitas la metieron al interior por el torno para estar unos minutos con ella y se la entregaron de nuevo junto a la muñeca.****
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SOR INMACULADA, LA MONJA BORDADORA Y COCINERA
Nació en la provincia de Ávila en el año 1952. Vino al convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en el año 1967 cuando tenía 15 años. Durante muchos años fue bordadora y cocinera.
Era diabética y mi prima Nati la llevaba a menudo a la clínica La Milagrosa a consecuencia de su enfermedad.
El 31 de mayo de 2015 se fue al Convento de las Monjas Concepcionistas Franciscanas de La Magdalena, ubicado en Ávila, donde permaneció hasta su fallecimiento en el año 2022, a sus 70 años.
Un beso al cielo Sor Inmaculada, que es donde tú estás.
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SOR AMOR, LA MONJA QUE HACÍA HONOR A SU NOMBRE
Nació en Madrid. Vino al convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en los años 40. Fue maestra durante mucho tiempo de las niñas mayores hasta el año 1976.
Era exactamente como su nombre indica; “un amor”. Fue muy querida por sus alumnas que seguro que aún se acordarán de ella.
No recuerdo el año de su fallecimiento, pero sí los buenos momentos que nos dejó tanto ella como estas grandes monjas que siempre estarán en nuestro corazón.
Un beso al cielo que es donde tú estás.

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SOR CONCEPCIÓN, LA MONJA MÁS SIMPÁTICA Y ALEGRE DEL CONVENTO
Nació en Corral de Almaguer (Toledo). Fue durante muchísimos años sacristana del convento. Era muy simpática y graciosa. “Nos reímos muchísimo con ella”, me comentaba Sor Asunción.
La conocí cuando hacíamos las matanzas. Aún la recuerdo, pequeña, pero con muchísimo arte, toda alegría y simpatía.
Un abrazo al cielo Sor Concepción.
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SOR MARGARITA, LA MONJA MAESTRA Y PORTERA
Nació en Estella, provincia de Navarra. Entró en el Convento de las Madres Concepcionistas El Pardo en el año 1940. Fue maestra desde ese mismo año. ¡Cuántas generaciones aprendieron con ella!
También estuvo unos años de portera para atender cuando venía alguien a arreglar algo. Solía hacer vainica (bordado de los dobladillos) para los manteles y juegos de cama hasta que falleció.
Sor Margarita, siempre te recordaremos. Un beso al cielo que es donde tú estás.


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SOR MARÍA CONSTANCIA DE SAN JOSÉ, MADRE SUPERIORA DE LOS AÑOS 40 Y 50
Nació el 19 de septiembre de 1891 en el pueblo de Benavides de Órbigo, provincia de León. Cuando se abrió de nuevo el Convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo, en 1940, vino como madre superiora. Entonces tenía 49 años.
Vivió en el convento hasta su fallecimiento, el 5 de septiembre de 1959, a los 67 años. Sor Dolores la sustituyó como madre superiora.
Un abrazo al cielo Sor María.


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SOR ROSARIO, LA MONJA DE LOS DOS NOMBRES
Sor Rosario nació en uno de los nueve pueblecitos que tapó el pantano de León en 1987. Vino al convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en el año 1940. Fue maestra de las niñas pequeñasy durante la guardería siguió con ellas, incluso cuando las juntaron con los niños. Le encantaban los más pequeños, por ello, siempre estuvo con ellos.
En el año 1978, se cambió el nombre por Sor Olvido. Falleció en 1983 a consecuencia de un tumor cerebral. Siempre te recordaremos Sor Olvido, un beso al cielo que es donde tú te encuentras.


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SOR ENCARNACIÓN, LA MONJA QUE BORDABA EL AJUAR DE LAS NOVIAS
“Sor Encarnación nació en Chañe, un pueblo de Segovia. Vino al convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en 1954, donde enseñaba a bordar a las mayores. El ajuar de mi mujer lo bordó ella, como el de tantas personas durante muchos años. También, bordaba los pañuelos de los ramos de las novias y los de las niñas que hacían la Primera Comunión. Muchas de vosotras los conservaréis como un gran recuerdo. Además, almidonaba y zurcía con sus compañeras.
Fue una de las monjas con las que más trato tuve y más conocía. Aún la recuerdo con su cara morenita y su voz tan dulce. Los últimos años estuvo en la guardería con Sor Magdalena hasta el día de su fallecimiento, el 20 de agosto de 2014.
Cuando murió, hicieron una misa en el convento de El Pardo y, a continuación, la llevaron a enterrar a la Casa Madre de Toledo, donde descansan sus restos en un nicho de las Concepcionistas.
Siempre te recordaremos Sor Encarnación. Un beso al cielo, que es donde tú estás”.


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SOR MARÍA ANTONIA, EL DOLOR DE ENTERRAR A UNA MONJA JOVEN
“Sor María Antonia nació en 1932 en Santas Martas, provincia de León. Fue maestra de Infantil, le encantaban los niños.
Falleció muy joven, en 1968, a los 36 años. Un día mi padre me dijo: ‘Ha fallecido una monja y no me encuentro bien, ¿te atreves a venir conmigo? Tenemos que hacer una fosa en el suelo, ellas no usan sepultura’.
Recuerdo cuando entramos en el cementerio del convento con Sor Dolores. Ella nos indicó dónde teníamos que cavar, en el lado izquierdo. Comencé y a medio metro apareció una Virgen de mármol blanco, de unos 70 cm. La apartamos a un lado mientras continuamos cavando, hasta terminar la fosa.
Al enterrarla, mi padre me pidió que echara la tierra de forma que no hiciera ruido. Al terminar, Sor Dolores colocó la Virgen de mármol a los pies de Sor María Antonia. Había muchas monjas alrededor, como si no hubiese pasado nada. El que peor estaba era mi padre, y fue entonces cuando comprendí que evitar el ruido de la tierra era por él, y no por las monjas.
Hoy día, no podría hacer lo que hice, pero gracias a ello ahora comprendo los sentimientos que afloraron en mi padre en aquel momento. Sentimientos que crecen con los años y que hacen que valoremos mucho más a personas como Sor María Antonia.
Un abrazo al cielo. Siempre te recordaremos”.
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SOR ASUNCIÓN, LA MONJA DEL ROSTRO Y LAS MANOS FRÍAS
“Sor Asunción nació en 1924 en Valdevimbre (León). Entró en el convento de las Madres Concepcionistas de El Pardo en 1940, con 16 años.
Fue maestra durante muchísimos años y, también, madre superiora. Fue la monja con la que más contacto tuve, sobre todo, durante mis últimos 33 años de trabajo en el Palacio de El Pardo.
Este lugar es, desde 1983, residencia oficial de los jefes de Estado que vienen de visita oficial a Madrid. Durante varios años, con el consentimiento de los delegados de Patrimonio Nacional, llevaba a las monjitas, junto a mis compañeros Andrés y José Ovejero, la comida, fruta y pan que sobraba de dichas visitas.
Recuerdo que entrábamos por el portón donde se encontraba el torno, después de llamar tirando de una cadena que hacía sonar una campanilla dentro del patio del convento. Más tarde, se sustituyó por un timbre.
Cuando entrábamos al salón del torno, siempre nos recibían Sor Asunción y Sor Milagros. Esta última nos ayudaba a colocar todo en un cuartito, que estaba a la izquierda del patio y que hacía de almacén, aunque siempre estaba vacío.
Aún recuerdo la cara tan fría que tenía Sor Asunción cuando la saludaba, al igual que sus manos que guardaba bajo sus hábitos. Algunas veces, sobre todo en invierno, bajaba del convento con su toquilla blanca impoluta.
Sor Asunción falleció el 24 de septiembre de 2009, a los 85 años. Lloré mucho ese día y, ahora recordándolo, me ocurre lo mismo. Todos los que tuvimos el honor y la suerte de conocerte siempre te recordaremos”.
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SOR PRESENTACIÓN, LA PROFESORA EXIGENTE
“Sor Presentación llegó al convento en el año 1940 desde su pueblo natal Valdevimbre (León). Tenía el título de corte y confección y, durante un tiempo, dio clases de corte a las mayores con sus patrones.
También, fue maestra en el colegio del convento desde su llegada y hasta que este cerró. Además, enseñaba mecanografía a las mayores. Era bastante exigente con las chicas.
Cerrado el colegio, se quedó para coger el teléfono, entre otras ocupaciones. Recuerdo que, cuando yo llamaba al convento, siempre me lo cogía ella y me preguntaba, con la voz tan peculiar que tenía, por mi mujer Mari Carmen. ‘Qué sensación siento recordándola tan pequeñita y con sus dos coletitas y ahora con sus hijos’, me comentaba Sor Presentación.
Durante las procesiones de Semana Santa, yo cogía a mis hijos en brazos para que saludaran a las monjas. Tradición que he hecho con cada uno de ellos”.
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SOR DOLORES, LA MONJA SUPERIORA QUE ENSEÑÓ A COSER
“Sor Dolores nació en Santas Martas, un pueblo de León. En los años 40 comenzó a enseñar a las niñas a coser. Fue la monja con más personalidad que yo he conocido. La primera vez que la vi yo era muy pequeño. Durante décadas fue la madre superiora del convento.
Recuerdo que siempre que pasábamos a la huerta aparecía ella para saludar a mi padre. Cualquier cosa que necesitaran las monjitas, allí estaba él.
Todos los años, Sor Dolores nos felicitaba en Navidad en nombre de todas las monjas a través de una carta. La leía mi hermana mayor, Isabel, delante de mis padres y hermanos. A mi madre se le caían las lágrimas escuchando el contenido de las felicitaciones que nos trasladaban con tanto cariño y humildad”.
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SOR CARMEN, LA MONJA DE LA HUERTA
“Sor Carmen era de Villacañas (Toledo) y era una de las monjas que cultivaban la huerta del convento. La conocí en 1959, cuando yo tenía ocho años y siempre la vi allí. Recuerdo que mi padre llamaba a la puerta con una piedra. Golpeaba en una parte que tenía una chapa para que no se estropeara. Mientras, yo miraba por el orificio de la cerradura y oía las palmas que daba Sor Carmen para que las novicias que estaban en la huerta se fueran al convento, corriendo con un velo sobre la cabeza. Mi padre me regañaba para que no mirase. Lo peor era que él entraba y yo me quedaba sentado en la puerta hasta que él salía. La monjita siempre me daba unas grosellas mientras esperaba.
El primer día que pude entrar a la huerta fue con él para coger hierba con una carretilla. Recuerdo que Sor Carmen me dijo: ‘Ahora sí puedes pasar porque vienes a trabajar’. Ese día llevaba pantalones vaqueros largos porque me lo dijo mi padre.
La conocí con una guadaña segando, con su pequeña sonrisa y la sencillez que tuvo siempre. ¡Menuda sensación ver a una monja segando!
Cuando falleció Sor Carmen mi padre lo pasó muy mal. Fue la primera vez que le vi llorar”

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SOR FILOMENA, LA MONJITA QUE DABA LA BIENVENIDA EN EL COLEGIO
«En el año 1928, Sor Filomena era la monjita que abría la puerta del colegio. Era la maestra de los pequeños, entre los que estaban Pilar Anubla Cancela, nacida en 1926. Antes de cumplir los tres años, la niña ya formaba parte del colegio. Ella me contaba que era la benjamina de la clase y que, cuando su madre la dejaba allí, Sor Filomena la cogía en brazos para llevarla dentro con el resto de niños, siempre con cariño. Cuando su madre volvía a por ella la monjita le decía: ‘Ahora te vas con tu otra madre’.
Mi tía Francisca Martínez Cancela era prima de Pilar y nació en el mismo año que ella, aunque entró en el colegio cuando ya había cumplido los cuatro. También me contó que su primera maestra fue Sor Filomena. ‘Todo lo que sé me lo enseñaron las monjas’, me decía. ‘Como tantísimas chicas de El Pardo, nunca las podré agradecer todo lo que hicieron’.
La monjita y el fraile Padre Benito fueron muy populares y apreciados por todos los pardeños», concluye Manolo.

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RECUERDOS DE MANOLO TURÉGANO
Durante 160 años, las monjitas de El Pardo de la orden Concepcionistas Franciscanas escribieron parte de nuestra historia. Llegaron en 1859 a un convento que, en un primer momento, fue concebido como casa de oficios hasta que la reina Isabel II de Borbón lo donó a las religiosas.
Sus paredes albergaron las Escuelas de Instrucción Primaria de Niñas, un colegio y una guardería, donde se formaron y educaron cientos de niños pardeños que, hoy, siendo adultos recuerdan con cariño lo que aprendieron de sus queridas monjitas.
Pero no solo había vida escolar en el convento. Su huerta tenía una actividad trepidante gracias al duro trabajo de las religiosas. ¡Cuántas familias han comido sus riquísimas frutas y hortalizas o los huevos que daban sus gallinas!.
En la Guerra Civil se perdieron la mayoría de los archivos que custodiaban la historia de este lugar pero, por suerte, hay un pardeño que, a sus 74 años, tiene una memoria prodigiosa donde guarda muchos acontecimientos que han sucedido en El Pardo, así como lugares y personas que un día escribieron parte de su crónica.
Hablamos de Manolo Martínez Turégano. Este excepcional pardeño recuerda a muchas de las monjitas y vivencias que compartió con ellas. También, ha sabido salvaguardar en sus recuerdos los momentos vividos por sus familiares y amigos que le confiaron un día.
De nuevo, ha elegido ElPardo.net para ser el altavoz de sus memorias. Esta vez, de aquellas en las que las Concepcionistas Franciscanas son protagonistas. Desde hoy y durante varias semanas, recordaremos con él a Sor Filomena, Sor Carmen, Sor Dolores, Sor Presentación, Sor Margarita, Sor Beatriz, Sor María, Sor Asunción, Sor María Antonia, Sor Encarnación, Sor Corpus, Sor María Jesús, Sor Milagros, Sor Magdalena… ¡Gracias Manolo!

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