“Volvería a ser militar y volvería a El Pardo sin dudarlo”, Diego Aznar

Diego Aznar.

Diego Aznar llegó al Regimiento de Transmisiones de El Pardo, como capitán, en el año 1972. Con este empleo permaneció 10 años, un número que le convierte en el capitán que más tiempo ha permanecido allí. Ascendió a comandante, teniente coronel y coronel, y pasó a la reserva en 1998 donde estuvo hasta el año 2001. Durante los 30 años que trabajó en el Regimiento, Diego ha tenido a su cargo a miles de soldados, ha realizado cientos de maniobras y ha sido testigo de la evolución y modernización del Ejército, con la incorporación de la mujer y la creación de nuevos batallones, como el de guerra electrónica, del que fue el tercer mando de su historia.

Recuerda con cariño, no sólo su vida como militar en el Regimiento de Transmisiones, también como vecino de El Pardo. Aquí se trasladó a principios de los 70 con su familia y aquí la aumentó. Nació en Altea pero se considera un pardeño más y no vacila al decir que echa de menos el barrio. “He vuelto a mi pueblo pero todos los años regreso a El Pardo. Allí están mis hijos, nietos y muy buenos amigos”.

– ¿Siempre ha querido ser militar? Sí. Cuando tenía 5 ó 6 años, en mi pueblo, Altea, había un destacamento y yo hacía la instrucción con ellos con una escoba. Siempre quise estudiar en la Academia General Militar y mis padres (soy hijo de un barbero) se sacrificaron para que ingresara. Lo hice en el año 1960.

¿El Pardo fue su primer destino? No, antes estuve en Burgos, Alicante, Sáhara (donde permanecí tres años) y Valencia, concretamente en el Batallón Mixto de Ingenieros  de la Brigada 32.

Diego Aznar en el Regimiento de Transmisiones de El Pardo.

¿Usted solicitó El Pardo o vino forzoso? Lo pedí. Quería Madrid o Valencia, ciudad donde vivía con mi mujer e hijas. Finalmente, opté por el Regimiento de Transmisiones porque yo era de esta especialidad.

¿Conocía El Pardo? ¿Qué impresión se llevó del barrio? No había estado aquí nunca y me llevé muy buena impresión. Conocí a mucha gente buena, tanto en El Pardo como en el cuartel. Las familias Montes y Rey se ofrecieron a ayudarnos desde el primer día y nuestra amistad dura hasta la actualidad. Cuando murió Luis Montes la amistad con su familia se reforzó y ahora somos más que amigos. En el cuartel viví con mi familia hasta que nos trasladamos a la casa de El Pardo. Aquélla fue una buena época. Mis hijas conocían todos los toques de corneta y el himno de Ingenieros. Una vez, el coronel las oyó cantar y se quedó embelesado. ¡Hasta las ponía de ejemplo! Muchas veces se iban al cuerpo de guardia.

– ¿Qué recuerda de sus primeros días en el cuartel? Al mismo tiempo que yo, llegaron muchos de los que luego fueron mis amigos; el teniente Pesquero, el capitán Ferrandis, Macarro, Calleja… Me destinaron a víveres y vestuario.

En los 30 años, ¿qué otros destinos tuvo? Dos años después de llegar fui a la Compañía de Radio y la última temporada de capitán estuve de ayudante del Regimiento. Cuando ascendí a comandante, en el año 82, fui destinado forzoso al Centro de Instrucción de Reclutas de Vitoria y allí estuve 13 meses. Después, volví al Regimiento de El Pardo en vacante de comandante diplomado en Transmisiones. El regreso lo solicité yo. También estuve de Mayor del Regimiento, durante dos años, hasta que me destinaron de segundo jefe del batallón de Transmisiones, que se dedicaba a dar las transmisiones de la dirección de los ejercicios que se hacían por toda España. En aquella época nos desplazábamos a muchos sitios y en varias ocasiones nos visitó el Rey Don Juan Carlos y el entonces Príncipe Felipe.

El Rey visitó unas maniobras que dirigía Diego Aznar cuando era Príncipe de Asturias.

Con Sus Majestades tiene varias anécdotas. Cuénteme alguna. Cuando el Rey Felipe VI tenía unos 11 años vino con don Juan Carlos a unas prácticas de transmisiones que hicimos por la zona de La Granja de San Ildefonso. Ambos comieron con nosotros y ese día teníamos pollo al horno. Don Felipe miró a su padre y le hizo un gesto con el que parecía preguntarle cómo comerlo. El Rey Juan Carlos cogió el contramuslo, lo partió y se lo dio al entonces príncipe para que lo comiera con las manos. El niño estaba muy sorprendido porque allí era todo informal. Años más tarde, cuando era alférez, vino a visitarnos a San Gregorio. Tuvimos una mañana intensa y agotadora por el protocolo. En una ocasión le llamé Majestad en vez de Alteza. ¡Había matado al rey!

Usted vivió la creación del Batallón de Guerra Electrónica y fue el tercer mando. Así es. Defensa compró un sistema de guerra electrónica, que era único en España. Hice un curso que se impartió en Transmisiones y, posteriormente, se creó el batallón. El primer mando que tuvo fue el teniente coronel Cerezuela, el segundo, el teniente coronel P. Moreno, yo fui el tercer mando. Allí estuve varios años. Cuando estaba a punto de ascender a coronel, me propusieron que me hiciera cargo del Programa Santiago del Ejército de Tierra y acepté. De allí pasé a la reserva en 1998, donde estuve hasta 2001.

Ha vivido 40 años en El Pardo. ¿Se considera pardeño? Sí. Aquí he estado cuatro décadas y no he querido moverme. Tampoco de la unidad. He sido el capitán que más tiempo ha estado aquí, 10 años. Hay un proverbio en las Fuerzas Armada que dice: ‘Capitán aunque sea de bandidos’. Y es que es el empleo más bonito que hay en el Ejército. Tienes a tu cargo una unidad y convives mucho con los soldados de la compañía. Yo he hecho muchas cosas por ellos.

Ha vuelto a su pueblo, Altea, ¿qué echa de menos de El Pardo? Al principio, el dejar de ser coronel activo, un trabajo y todo lo que lleva. El estar en primera línea de mando. Echo de menos a mis amigos de allí. En Navidad siempre voy y veo a todos. Son 40 años conviviendo allí día a día. Yéndonos por ahí y saliendo juntos

Su hijo pequeño es ‘Hijo Adoptivo del Regimiento’, ¿a qué se debió este nombramiento? A punto de dar a luz mi mujer, tuvimos unas maniobras en Extremadura, pero me dieron permiso para quedarme en El Pardo. Cuando tuvo al niño, mis compañeros nos enviaron un telegrama nombrándolo ‘Hijo Adoptivo del Regimiento’.

Hace dos meses juró bandera en el acuartelamiento donde trabajaba, ¿le ha hecho ilusión? Sí, mucha. Es un acto precioso. Yo presidí juras mandando la unidad y otra como jefe.

Para Diego Aznar ser militar «no es un trabajo, es sacrificio».

¿Nota un cambio en el Ejército? ¿Es muy diferente a como era antes? Sí, ha cambiado mucho la mentalidad. Se han perdido cosas, el trabajo ahora es más técnico. Creo que había más conciencia de que estabas allí porque te gustaba. Ahora hay gente que lo ve más como un trabajo y no le llena. Eso está bien pero considero que no es bueno. Ser militar no es un trabajo, es sacrificio e incluso tienes que estar dispuesto a dar tu vida. Hay que tener conciencia de lo que es ser militar, de dónde estás. Tienes que tener algo en tu interior que te haga ser así.

Haga balance de su carrera militar. Estoy muy satisfecho. Volvería a serlo y volvería a El Pardo sin dudarlo.

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