“Luisma no se fue nunca. Está con nosotros”, Manoli, madre del héroe de El Pardo

Se cumplen 40 años de la muerte del cabo López Martínez. ¿Cómo le recuerda su familia? ¿Cómo vivieron el día más duro de sus vidas? ¿Qué recuerdo nos ha dejado a los pardeños?

Hoy, 25 de septiembre, se cumplen 40 años de la muerte del cabo López Martínez. En nuestro barrio le conocemos como ‘el héroe de El Pardo’, porque este pardeño falleció tras salvar la vida de cuatro personas.

Luis Manuel era guardia real y se encontraba de maniobras en el pueblo abulense de Guisando, junto a sus compañeros de la compañía Mar Océana. Aquel 25 de septiembre de 1982, la llamada de socorro de un pastor hizo que, sin dudarlo, se alejara del campamento y se tirara al agua para salvar a los montañeros que se habían caído al río. Lo hizo. Les devolvió a la vida, pero él la perdió tras darse un golpe en la cabeza y ser arrastrado por la corriente. Su cuerpo inerte fue encontrado horas después. Solo tenía 20 años.

Luis Manuel López Martínez

Han pasado 40, pero el tiempo no ha borrado de la memoria de El Pardo la gran hazaña de Luisma. Nos la recuerda el monolito que se levantó como homenaje frente a la iglesia, en 1983. También, las anclas del pino, allí colocadas poco después para no olvidarle. Y, por supuesto, la calle que lleva su nombre a las afueras del barrio.

Tampoco le olvidan en Guisando, donde falleció. Este lugar bautizó un campamento infantil con el nombre ‘Cabo López Martínez’ y colocó un busto con el rostro impecable de Luisma.

Desde hace cuatro décadas, todos los 25 de septiembre, los dos pueblos; el que le vio nacer y el que le vio morir, aun estando separados por más de 170 kilómetros, se unen para recordar a nuestro héroe.

Este año, ElPardo.net ha querido sumarse al homenaje con una entrevista realizada a su madre, Manoli. A pesar del dolor que no consigue desprender de su alma, nos ha recibido con una sonrisa y nos ha contado cómo era Luisma, cómo fue el momento en el que le comunicaron su muerte, cómo respondieron los pardeños después de la noticia…

Manoli, madre del cabo López Martínez

Manoli y sus nueve hermanos son pardeños. Los chicos de Lucio. Ella apenas tenía 20 años cuando conoció a Luis, el padre de nuestro héroe, paseando por nuestras calles. Él era hijo de un teniente de La Legión. Nació en Ceuta y se había trasladado a vivir a La Quinta. En 1962 se casaron y pronto llegó el primogénito de sus cinco hijos, Luisma. “Él era especial. Le gustaba pintar, la música y la montaña. Era muy deportista. Enseñó a sus hermanos y a sus primos a montar en bici. Siempre ayudaba a la gente. Poco después de ingresar en la Guardia Real, estando en el campamento, en Palma de Mallorca, ayudó a un compañero que casi se ahoga en la playa. ¡Cómo es la vida! Esto le llevó a la muerte dos años después”, lamenta su madre.

Con 18 años decidió ingresar en la Guardia Real. ¿Cómo recibieron esta noticia en casa? Su padre y yo nos pusimos como locos. Luisma quería ser militar como su abuelo. Le encantaba el uniforme. Estaba feliz por ingresar. Lamentablemente, solo estuvo dos años.

– ¿Qué recuerda del último día que le vio? Él se iba de maniobras a Guisando y estábamos muy felices. Su padre y yo le acompañamos al que antes era el cuartel ‘Príncipe’, hoy ‘La Princesa’. Estaba muy guapo. Era muy alto, media 1,93.  Yo le tenía agarrado del brazo y todo el mundo paraba para saludarle. Estuvimos con él hasta que se fue y… hasta hoy. Durante aquellos días en Guisando, nos llamaba y decía: «Está todo controlado». Esa frase me daba escalofríos.

Foto tomada a Luisma el día que falleció.

– ¿Cómo fue el momento en el que les comunicaron la noticia de su muerte? El día que volvía de las maniobras, fuimos al cuartel a recibirle. Estando en la cantina con mi otro hijo Carlos, quien también era guardia real, le llamó un mando. A través de una ventana, vi cómo le decían algo y se caía. Inmediatamente después vinieron a por mi marido y le comunicaron la noticia. Después, a mí. Yo fui la última en enterarme. Nos entregaron el cuerpo de Luisma en la explanada. No fui capaz de ver a mi hijo. Nos trajeron en coche a casa y atendieron a mi marido, que estaba enfermo del corazón. No recuerdo más de ese día.

Tampoco recuerda el día del entierro. Yo no sé cómo enterraron a mi hijo. No me acuerdo. En casa tenemos muchas fotos, pero me las han escondido mis hijos.

– El pueblo de El Pardo se volcó con ustedes ese día Me han dicho que el cementerio estaba repleto. Creo que fue impresionante. Me contaron que ese día no había nadie en sus casas. Todo el mundo estaba en el camposanto.

Usted era muy joven, apenas tenía 40 años. Su hija pequeña, Patricia, 8… Yo no quería ver fotos de mi hijo, ni de cuando era pequeño. Me volví loca y mi marido, más. Desayunaba e iba al cementerio. Volvía a casa, comía y, cuando terminaba, regresaba al camposanto. Lo pasó muy mal. Yo, al ver cómo lo estaban pasando él y mis hijos, me tuve que hacer fuerte.

Cuando se imagina el momento en el que falleció, ¿en qué piensa? Es terrible pensar cuánto sufriría mi hijo hasta que falleció. Eso no me lo quito de la cabeza. Ésa es mi pena. Yo estuve enfadada con Dios mucho tiempo. Él no merecía esa muerte. Era muy bueno. Estaba haciendo un curso para ascender e ir a Marín. Sus sueños se truncaron, también los nuestros. Todos nos fuimos un poco con él. No lo soportamos. 

– ¿Conoció a los montañeros que salvó su hijo? No quise ni he querido saber quiénes son. Uno de ellos intentó ponerse en contacto con nosotros, pero yo nunca he querido conocerle.

– ¿Cómo está Luisma presente en sus vidas? Él no se ha ido nunca. Está con nosotros. Mis nietos y sus sobrinos le tienen muy presentes, porque siempre hablamos de él. Cuando nacieron mis nietos, les acerqué a la foto que tengo de su tío en el salón y se les presenté. Mi hija Patricia, es su ahijada y tiene un altar de él y de su padre, que falleció dos años después de Luisma. Mis hermanas, que no me fallan nunca, tienen muchas fotos en sus casas.

En El Pardo se le recuerda con un monolito y una calle. También en Guisando, donde murió. Tomás de la Flor padre fue la persona que movió todo para que se le hiciera el monolito. Asimismo, la ya desaparecida Asociación San Juan Bautista. El día de su inauguración el pueblo se volcó. Allí, se le homenajea desde 1983. En Guisando, un campamento infantil se llama ‘Cabo López Martínez’. El pueblo abulense se portó y porta muy bien. En Cartagena mi hijo está presente en un museo.

– ¿También se le recuerda en el cuartel La Princesa de la Guardia Real? Sí. La camareta en la que vivió tiene en la puerta una placa con su nombre y una foto suya. Además, la piedra en la que se encontró su cuerpo está allí con una placa. Sus compañeros la trajeron del río.

¿Qué siente durante los homenajes que se le hacen todos los años, tanto en El Pardo como en Guisando? Una gratitud enorme hacia la gente y la Guardia Real. Es impresionante comprobar que no han olvidado a mi hijo. Le han tenido presente desde el principio. ¡Y han pasado 40 años! Muchos de los que le homenajean ahora no habían nacido cuando sucedió todo. Es bonito recordarlo, pero muy triste pensar que la muerte que tuvo fue horrible.

– ¿Tiene contacto con sus compañeros de entonces? Sí. Muchos siguen viniendo a los homenajes. Hace unas semanas se juntaron todos para celebrar los 40 años de su jura de bandera. Se hicieron fotos en el monolito, en el cementerio… Estuve con ellos y me dieron una gorra de recuerdo y un pin de la Guardia Real.

En Palma de Mallorca, durante el campamento, hizo algo especial por la Guardia Real. En el lugar donde izaban bandera, diseñó un escudo y levantó una cruz con dos palos.

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