“He vivido Mingorrubio con auténtica pasión”, don Serafín

Aunque su tratamiento es de monseñor, para los pardeños y mingorrubianos, Mons. Serafín Sedano Gutiérrez siempre será ‘don Sera’. Llegó a Mingorrubio en 1963 para quedarse dos años, y ya lleva 60. Esto le ha convertido, no solo en el primer capellán de la colonia, sino en el único. Él confiesa que desde el primer momento que la pisó se sintió «uno más». Y es que, además de una labor religiosa, durante seis décadas, don Sera ha desarrollado en Mingorrubio un trabajo social extraordinario. Tanto, que se le considera uno de sus fundadores 

Hoy, 10 de octubre de 2022, cumple 90 años y ElPardo.net quiere felicitarle publicando una entrevista, que nos permite conocerle un poco más. ¿Por qué llegó a Mingorrubio? ¿Qué sucedió para que se quedara para siempre? ¿Qué labor sigue desarrollando aquí? 

– Don Sera, hábleme de su lugar de nacimiento y de su familia. Nací en el pueblo de Ruijas (Cantabria), mi padre era labrador y ganadero y tengo cinco hermanos. De ellos, tres somos religiosos. 

– ¿Cuándo se ordenó sacerdote? El 1 de julio de 1956. Tenía 23 años. Tres meses más tarde, en octubre, me nombraron párroco de tres pueblos de Cantabria. 

– En uno de ellos hay una plaza que lleva su nombre. Sí, en Quintanilla de An. Allí fui párroco durante siete años y, cuando se cumplieron 50, me homenajearon poniéndole a una plaza el nombre de ‘Monseñor Serafín Sedano’. 

– ¿Cómo llegó a Mingorrubio? Cuando el servicio militar era obligatorio, los sacerdotes pedíamos prórroga. Al cumplir los 30 años, jurábamos bandera y quedábamos disponibles para ayuda al servicio castrense. Mi obispo de Santander me ofreció venir voluntario dos años al servicio militar y le dije que sí. Yo tenía ilusión por tomar este camino y no dudé en ponerme al servicio de las Fuerzas Armadas. El obispo se lo comunicó al entonces Ministerio del Ejército, me admitieron y me destinaron al Regimiento de la Guardia del Jefe del Estado. Llegué a Mingorrubio el 24 de mayo de 1963 y, a partir de ese momento, mi labor era atender a la guardia de Franco y a la colonia de Mingorrubio. 

– Venía solo por dos años y se quedó 58 más. ¿Qué sucedió para que se quedara? El compromiso era de dos años, pero los vecinos de la colonia recogieron firmas para que no me fuera. Se las hicieron llegar a doña Carmen Polo, la esposa de Franco, y ella mandó una carta a mi obispo pidiéndole que me autorizara a seguir aquí. Él me dijo que era libre, por lo que podía optar por volver a Santander, que tenía nombramiento de capellán de Valdecilla, o quedarme en El Pardo.

 ¿Qué sintió cuando comprobó el cariño de los vecinos de la colonia? Mucha emoción y responsabilidad. La labor de los dos primeros años fue muy positiva y encajé perfectamente con ellos. Me considero un poco el fundador de Mingorrubio.

– ¿Quedarse fue una decisión fácil?  No, la elección fue muy dura. Tardé una semana en decidirme y fue, quizá, el momento de mi vida en el que más me ha costado tomar una decisión. 

– Lo dejó todo en manos de Dios. ¿Cómo fue ese momento? Siempre he dicho que la decisión no la tomé yo. Como sacerdote y creyente la puse en manos de Dios. Escribí en un papel la frase ‘Quiero que te quedes’ y en otro, ‘Quiero que te vayas’. Los doblé e hice bolitas, y los dejé encima del altar. Recé, me levanté y saqué una papeleta. Era la que tenía anotado ‘Quiero que te quedes’. Así tomé la decisión y, por ello, llevo 60 años aquí.

Don Sera aún conserva las papeletas que escribió para tomar la decisión de quedarse o irse de Mingorrubio.

– ¿Qué se encontró en Mingorrubio cuando llegó? Vivían 400 matrimonios con 1.100 hijos. Las familias eran de todos los rincones del país, por lo que representaban todos los pueblos de España. Creo que es un caso único en la historia. Conservo un fichero en el que tengo guardadas fichas de cada familia. En cuanto a infraestructuras, en la colonia no había colegio, ni iglesia… Había tres barracones que albergaban seis aulas para las clases. Cuando se construyó el centro escolar, uno de los barracones se destinó al centro recreativo, otro, a los jóvenes, y un tercero, a la iglesia. La construcción de ésta se llevó a cabo después y, finalmente, se inauguró en 1972 con el nombre de San Juan Bautista. Logré que doña Carmen Polo influyera en ello.

– Usted no solo hizo posible la construcción de la iglesia. ¿Qué más hizo por la colonia? Me volqué en Mingorrubio porque vi que había una gran necesidad. Una comunidad no es solo tener viviendas, ha de tener elementos suficientes para la educación. Consideré que mi misión era más social que religiosa. Fundé el casino, instalé un cine en uno de los barracones, organicé bailes y excursiones. Había un gran ambiente. Puedo decir que me integré al cien por cien en Mingorrubio.

– También es el impulsor de las fiestas. Vi que la colonia tenía la necesidad de manifestarse como pueblo. Organizamos una romería y muchas actividades más, como tenían la mayoría de las localidades de España.

– En 2015, dio el pregón, ¿qué sintió? Sentí el calor que había alrededor. En ese momento pones en presente lo que has vivido con tanta pasión.

– Ha bautizado, ha dado la Primera Comunión y ha casado a miles de mingorrubianos.

Habré oficiado unas 600 bodas y casi todos los niños han recibido la Primera Comunión conmigo. En cuanto a los bautizos, en los primeros años, la mayoría se celebraron en el Hospital Gómez Ulla, porque se les bautizaba nada más nacer. Ahora hay muy pocos niños y me he abierto hacia Madrid, a los que habían marchado de aquí. Sus hijos y nietos hacen la catequesis conmigo. En los 15 últimos años han venido unas 1.000 familias. Al año tengo unos 40 niños.

– ¿Cuál ha sido el momento más bonito que ha vivido en Mingorrubio? Cuando decidí quedarme se organizó una fiesta. Los vecinos hicieron un gran corazón con claveles en la puerta de la iglesia. Su inauguración también fue muy emotiva. Tuvo lugar el 22 de diciembre de 1972. Este año celebraremos los 50 años. 

– ¿Y el peor? Las penas de aquí las he vivido muy de cerca, como mías. Y es que me he sentido siempre un miembro más de las familias. Cada casa de Mingorrubio, para mí, es mi casa.

 ¿Cómo ve usted el cambio que ha experimentado la colonia en los últimos tiempos? Los cambios traen consigo romper las amarras. Mingorrubio creo que fue única, especial. Vivían 400 familias que trabajaban en lo mismo. La primera etapa, la de Franco; la segunda, la del rey. El grupo que se renueva no viene con esa mentalidad. Ha evolucionado y lo entiendo. Considero que el que tiene que evolucionar soy yo para acercarme a la realidad. Reconozco que me da pena. Me encuentro por la calle con gente que no sé si vive aquí. Antes me sabía nombres y apellidos, los que vivían en cada casa y, casi, lo que le dolía a cada uno. Era otra manera. No es crítica. Los tiempos han cambiado y también la mentalidad. Lo que era algo común ahora casi es raro. Yo soy el primero en entenderlo. He tenido que dar una vuelta total a muchas de las cosas que tenía.

– ¿Quién queda de los primeros habitantes de Mingorrubio? Según mi última estadística, de los 800 vecinos, aún viven 59 mujeres y 12 hombres. Hay 12 matrimonios que viven ambos. Tengo un fichero con información de quién está en residencias, quién con sus hijos… He atendido a unos 700 vecinos al final de sus vidas.

– ¿A día de hoy recibe llamadas o visitas de alguna persona que vivió aquí? Raro es el día que no. También, de mis alumnas del colegio Mater Salvatoris, donde fui capellán 48 años, y de militares.  Me encuentro con gente que, por ejemplo, hacía 30 años que no veía. Ese ‘don Sera’ me llega mucho. Me van parando por Madrid, El Pardo y Mingorrubio, y nunca llego a los sitios. Creo que es lo más bonito de todo. 

– Es ‘don Sera’ para los pardeños y mingorrubianos, pero tiene otros tratamientos. Es monseñor, fue responsable del servicio religioso de la Guardia Real, también el primer capellán de la monarquía restaurada.  Respecto a la parte militar, hice las oposiciones al cuerpo castrense y me quedé en el escalafón de los ascensos. Llegué hasta coronel y me confirmé aquí en el destino. Fui el responsable del servicio religioso de la Guardia Real y el primer capellán de la monarquía restaurada. El arzobispo me nombró jefe del servicio religioso de la Casa de Su Majestad El Rey. En 1998, el papa San Juan Pablo II me dio el título de Prelado doméstico de Su Santidad, que da la dignidad de monseñor. Este nombramiento ha sido de las grandes sorpresas de mi vida. No obstante, yo seré siempre ‘don Sera’. He vivido siempre como el pastor al que se le encarga un grupo de fieles. Esto es lo que más peso ha tenido para mí. Primero, ser párroco. Después, más que militar, he sido el capellán.

– Usted no se jubila… Llevo 25 años jubilado oficialmente, pero no me he jubilado… Los últimos 25 años los he trabajado por vocación. Yo estoy en el servicio de atención a la colonia, porque me pesa mucho esa cercanía con las personas mayores. Mi mayor preocupación es poder estar cerca todavía. Tiene que ser así. Puedo decir que he vivido con auténtica pasión Mingorrubio. He llorado y me he reído, con eso digo bastante. Con aquella papeleta me fie del ‘Jefe’. Si algo se tuerce, miro hacia el cielo y digo «Tú quisiste que me quedara aquí». Más de una vez habré fallado, pero queriendo, nunca. 

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