La despedida de Kike, el panadero de El Pardo

Desde hace varios meses, a Kike ya no le vemos detrás del mostrador de su panadería. A muchos pardeños les sorprendió su decisión de traspasar la tienda y pocos se han acostumbrado a su ausencia. Y es que han sido 25 los años que nuestro vecino ha estado al frente del negocio, que abrió su padre en 1979.

El traspaso de ‘La tienda de Kike’ fue una decisión que meditó durante meses. Finalmente, el desencadenante fue la Covid-19. “Tengo insuficiencia cardiovascular crónica (ICV), que me provoca una minusvalía del 25%. El coronavirus incide desfavorablemente y un día me pregunté: ‘¿qué hago trabajando con esta enfermedad?’”, explica a ElPardo.net.

Después de meditarlo mucho y contar con el apoyo de sus tres hijos, Kike aceptó la oferta de su amigo Juanma. “En junio, me planteó traspasarle la tienda y a los tres días, acepté. Yo buscaba una persona de confianza, honrada, buena… Y él lo es”, nos comenta.

El último día que Kike estuvo detrás del mostrador de la panadería cerró sus puertas como él siempre quiso. “Me fui sin hacer ruido -subraya- Creo que es la mejor manera”.

Meses después de aquel día, el panadero reconoce que los pardeños se han volcado con él y le han hecho llorar. “Me dicen que me echan de menos. Yo también. Añoro el trato con la gente. Estoy muy agradecido a este pueblo. No obstante, tomé una decisión acertada”, dice.

Kike nos explica que todas las mañanas se levanta “con una página en blanco, que voy escribiendo con total libertad”. Ha dejado atrás “mucha esclavitud”, reconoce. “Hay otra vida después del trabajo. La tienda me quitaba mucho tiempo. Yo metía mucha carga emocional y afectividad. La rentabilidad económica, al final, no compensa”, añade.

Por todo ello, desde el primer momento le dio un importante consejo a Juanma, el nuevo panadero de El Pardo. “Le he dicho que tenga tiempo libre para él y su familia. Laboralmente, que tenga actitud, responsabilidad y sea honrado”.

En su nueva vida, Kike no deja de hacer cosas por y para los demás. “He dado lo que tenía que dar y me queda dar a la sociedad. Tengo la fuerza para hacerlo”, dice.

Su agenda está muy repleta, como cuenta a ElPardo.net. Desde hace un tiempo, está inmerso en un proyecto solidario con las Hermanitas del Cordero y es voluntario en la cárcel de Estremera, donde acude los martes. También, ayuda en las ‘colas del hambre’ organizando la logística y acompaña a enfermos terminales. “He descubierto que ayudar a los demás me da alegría. Reparto mi tiempo en ello. Es una satisfacción personal. Vivo en la promesa de que Dios provee. La vida te compensa”, concluye.

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